Olimerca.- El mercado de gran consumo ha sido uno de los pocos que se ha visto reforzado durante la crisis del COVID-19. Debido al confinamiento que ha provocado el cierre de colegios y el teletrabajo, multiplicándose las ocasiones de comida en casa y si sumamos el efecto búnker de esta alerta, el crecimiento de la cesta de la compra se ha multiplicado por siete. Si antes de la pandemia crecía a un ritmo del 3%, en la actual crisis lo hace al 21%.

Según un análisis realizado por Nielsen, desde la última semana de febrero –cuando comenzó de manera oficiosa la crisis en nuestra país- hasta la semana del 20 al 26 de abril, el mercado de aceites ha registrado un 45% más de ventas que en las ocho semanas anteriores (enero y tres semanas de febrero)

¿Esto qué supone? Que el aceite sigue siendo un básico en nuestra cesta de la compra, un producto en el que confiamos y al que recurrimos en nuestros momentos más críticos. Y la crisis del COVID-19 ha reforzado su figura apoyado en su vis saludable, tan importante para el consumidor.

Y también se trata de un producto que nos genera seguridad. El consumidor resultante de esta crisis es frágil y vulnerable y buscará en lo cercano y en la proximidad garantías y refugio. Ahí el aceite tiene una baza ganadora, porque no hay nada más nuestro ni más próximo que el oro líquido.

Los nuevos hábitos

No obstante, hay que estar muy pendiente de otros hábitos que surjan o reaparezcan en el consumidor, porque hay que recordar que, heredada de la pasada crisis, tiene el gen de la hipersensibilidad al precio, tal como afirman dos de cada tres, y es probable que nos encontremos en su comportamiento un mayor control del gasto en esta era postcovid que se avecina.

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