Olimerca.- La optimización en la distribución de la renta es el factor determinante a la hora de evaluar el futuro de este cultivo. El sector de elaboración de aceite de oliva, se enfrenta todos los años a comportamientos diferentes en la evolución de los precios, en función de la oferta y demanda del aceite de oliva.

Del mismo modo, hay que abordar esta rentabilidad desde la perspectiva de los olivares tradicionales y desde los nuevos cultivos intensivos o superintensivos. A continuación, una serie de expertos nos ponen de manifiesto, cuáles son las claves en la búsqueda de un equilibrio para la cadena de valor, con especial hincapié en la optimización de aquellos olivares más deprimidos y menos competitivos.

Para David García, profesor e investigador de la Universidad de Sevilla, en la estimación de la renta neta de las tipologías de olivar intervienen los ingresos que comprenden el precio de venta del aceite y el Pago Único de la PAC, y los costes asociados a cada uno de los sistemas de cultivo. El olivar de montaña es la tipología menos competitiva y presenta una estructura productiva con grandes dificultades de renovación, y condiciones de suelo muy limitantes. De tal modo que, esta variable tiene mayoritariamente un valor constante, y su importe solo disminuiría mínimamente con la introducción de la gestión cooperativa de las explotaciones, y con una mayor racionalización de los costes.

Además, las subvenciones del Pago Único de la PAC representan en torno al 30% de los ingresos totales del olivar y su importe con la última modificación seguramente tendrá una tendencia descendente a corto y medio plazo.

En estas condiciones la implementación de un modelo que tuviera como finalidad el equilibrio de las rentas a largo plazo para diferentes tipologías olivar debería tener como pilar fundamental la evolución de los precios del aceite. De tal modo que, existan diferencias significativas entre el precio del aceite de la categoría Virgen Extra, y en especial de los de calidad diferencial, y los de la categoría Lampante. Y que aquellos que tengan unos atributos excepcionales por su vinculación al territorio sean más valorados por los consumidores, y retribuidos con un precio de mercado más alto que un aceite convencional.

En palabras de Manuel Barneo, Investigador y Delegado del Colegio de Agrónomos, el olivar marginal es un cultivo de reducidos niveles de producción y altos costes respecto a las demás tipologías de olivar y en especial sobre el olivar intensivo y superintensivo. Sin embargo, su aceite tiene una calidad excepcional, y la comercialización de este producto mediante etiquetas de calidad diferencial, como la olivicultura ecológica y la denominación de origen, constituyen una importante oportunidad para mejorar su rentabilidad. Además, desde la óptica ambiental, el olivar de montaña tiene una notable potencialidad de externalidades ambientales negativas, sobre todo en términos de erosión y degradación de suelos. Asimismo, la conservación de la biodiversidad de los paisajes del olivar de montaña es un bien público que debe ser protegido y susceptible de puesta en valor. La PAC debe reforzar la aplicación de políticas públicas de carácter multifuncional sobre el olivar de montaña para favorecer a este tipo de sistemas porque suministran importantes bienes públicos.

Además, se requiere mayor implicación y reconocimiento de los consumidores por los aceites con calidad diferencial para mejorar su disposición a pagar un precio alto por un producto que tiene unos atributos de calidad excepcionales, y que favorece el desarrollo territorial de los sistemas productivos locales de montaña.

Según Raquel Puentes profesora e investigadora de la Universidad de Jaén, la estabilidad o equilibrio de la renta neta a medio o largo plazo, se podría conseguir implantando estrategias, políticas y procedimientos orientados a contribuir al desarrollo económico sostenible. Existe un modelo de gestión socialmente responsable que está orientado a crear valor para la sociedad en su conjunto, obteniendo una rentabilidad económica adicional gestionando positivamente el impacto social y medioambiental de las actividades. La renta neta se podría ir equilibrando mediante la gestión responsable de los subproductos y residuos obtenidos de las tareas de cultivo del olivo y del proceso de obtención del aceite de oliva. El aprovechamiento del orujo, alpechín o alpeorujo, así como, de los restos de la poda, hojas y hueso, como combustible, abono o alimentación animal, entre otros, pueden permitir obtener una renta adicional, que equilibraría la renta neta, a la vez que se contribuye al desarrollo sostenible reduciendo el impacto medioambiental.

Atendiendo a la opinión de Javier Sanz, Investigador científico titular, del CSIC, es necesario impulsar iniciativas que potencien la multifuncionalidad del olivar, la diversificación concéntrica y la diferenciación del aceite. Las zonas deprimidas de olivar suelen ser áreas de montaña.

En relación con la multifuncionalidad, se requiere poner en marcha estrategias de desarrollo local que incidan en la puesta en valor de las funciones ambientales, sociales y culturales del olivar, de sus paisajes y de la cultura oleícola local. Así, el turismo oleícola y la venta de aceites han de generar sinergias conjuntas. Este hecho resulta ser de gran interés, pues las almazaras ubicadas en estas áreas son de un tamaño relativamente pequeño, lo que no permite realizar gastos significativos en la promoción de sus marcas. De forma complementaria, las políticas agrarias han de remunerar, en mayor medida que actualmente, los servicios ambientales que la olivicultura ecológica, o bien la implantación de cubierta vegetal para frenar la erosión, entre otras opciones, ofrecen a la sociedad: sería preciso incrementar el peso relativo de las políticas del segundo pilar de la PAC que inciden en la multifuncionalidad, o bien de determinadas políticas regionales, como es el caso de la Ley del Olivar Andaluza.

La diversificación concéntrica (cosmética, obtención de compuestos para emplear en farmacia, productos con aceite en su composición, etc.) es muy conveniente, pues suponen complementos de rentas que además tienen un margen comercial mayor que el aceite.

Por último, la diferenciación del producto es una necesidad, pues vendiendo aceite granel es imposible ser competitivo en el caso del olivar de montaña. El aceite ecológico y los circuitos cortos parecen las alternativas que mayores posibilidades tienen actualmente en determinados segmentos del mercado. Otras estrategias de nicho de aceite de calidad también son factibles. Las denominaciones de origen deberían impulsar acciones colectivas de comercialización y, en particular, de promoción de la marca colectiva. La etiqueta de “producto de montaña” es otra alternativa cara al futuro, pero aún es totalmente desconocida por los consumidores.

Como colofón a este análisis, de acuerdo con Juan Vilar, consultor estratégico y profesor de la UJA, a nivel macro, y por parte de las instituciones de ámbito superior a las empresas, tanto públicas como privadas, se ha de potenciar la promoción como herramienta básica de desarrollo de demanda. Del mismo modo, ayudaría el desarrollo de medidas artificiales de intervención para el fomento del equilibrio en el mercado, por supuesto, de uso exclusivo cuando la situación lo justificase de forma argumentada.

En términos micro, las compañías y grupos que desenvuelven su actividad en el sector, han de buscar la plena integración vertical, desde el origen hasta el lineal, de este modo homogeneizarán la percepción de renta global, paliando la variabilidad procedente de la estacionalidad.

Con respeto al olivar tradicional no transformable, ha de buscar su optimización en el efecto escala, mediante cooperación, e integración, y a través de estrategias de diferenciación incremental o singularización apoyadas en lo exclusivo y extraordinario del producto.