Aceite verde temprano

Olimerca.- Quien nos iba a decir hace ya muchos años, cuando negociábamos nuestro ingreso en la UE, y cuando nuestra producción de aceite de oliva rondaba las 500.000 toneladas, que nuestros productores y comercializadores iban a ser capaces de superar ampliamente el millón doscientas mil toneladas y que nuestros enlaces de campaña se iban a llevar a cabo sin problemas.

Y quien nos iba a decir hace tan sólo cinco años que las almazaras iban a poder comercializar nuestro oro líquido en el entorno de los tres y cuatro euros/kg sin apenas dificultades y de manera sostenida durante tres años.
Muchos dirán que nos han acompañado factores climatológicos, las menores producciones en otros países, entre otras consideraciones. Pero también es cierto que en estos años nos hemos enfrentado a mayores producciones del norte de Africa, de otros países en otros continentes, y de incrementos de nuevos cultivos de olivares en todo el mundo, y hemos salido airosos como líderes de producción y de comercialización en todo el mundo.

Tras varios meses de desconcierto por parte de las almazaras, con espectaculares recortes de precios en origen, ahora se alzan voces defendiendo un sostenimiento de los precios en base a marcar precios suelo, algo que no se aplica en la actualidad a ningún producto agroalimentario; y que además, si se analiza fríamente, un sistema de red como el que se plantea de retirada de aceite del mercado podría provocar una llamada de atención a inversores o especuladores que apuesten por este cultivo, rentable y sin riesgos.

Todavía estamos a tiempo para dar un golpe de timón huyendo de especuladores, de rumorología sensacionalista y centrémonos en mantener un precio acorde con nuestra calidad, sigamos defendiendo en el lineal la máxima calidad con precios razonables y estables a lo largo del año. Porque con estos altibajos les estamos dando argumentos a la distribución comercial para que haga de su capa un sayo y al mismo tiempo seguimos confundiendo al consumidor con prácticas comerciales que no ayudan a mantener la rentabilidad deseada en toda la cadena de valor del aceite de oliva.

Porque si no hay rentabilidad en el cultivo el agricultor no apostará por el cuidado de sus aceitunas; si no hay rentabilidad, la almazara se limitará a conseguir el máximo rendimiento del fruto, no invertirá en tecnología y no mejorará la calidad de sus producciones y el envasador volverá a posicionar los aceites en el lineal a precios de risa.