Olimerca.- Desde hace ya mucho tiempo el sector del aceite de oliva español ha visto día a día como el cultivo del olivar se ha ido expandiendo por toda la geografía nacional, hasta alcanzar las 100.000 hectáreas de nuevos cultivos, en los últimos cinco años. Una expansión imparable que la teníamos encima de nosotros y que muy pocos habían considerado una amenaza.
Y no se consideraba una amenaza porque en los últimos tiempos las condiciones climatológicas en España y en otros países de la cuenca del Mediterráneo han favorecido una muy buena comercialización del aceite de oliva, con precios por encima de los 3 euros y todo eran satisfacciones.

Al sector siempre se le olvida que tras años de vacas gordas nos llegan las vacas flacas y es en ese momento cuando nos echamos las manos a la cabeza y somos incapaces de reflexionar y adoptar por nosotros mismos soluciones para el presente y el futuro.

Y es que a grandes rasgos podemos afirmar que a este sector le falta un alto nivel de anticipación pensando en los escenarios futuros que se avecina, sólo hay que recordar lo dicho anteriormente y no perder de vista que las previsiones de producción apuntan de manera contundente hacia los dos millones de toneladas de aceite de oliva.

A la situación que hemos llegado en el mercado español, con precios realmente bajos, no se ha llegado por culpa de otros, sino porque los que tenían que haber hecho sus deberes de buena gestión y previsión de sus bodegas, se han dejado llevar por el pánico, por los nervios; y estos son malos compañeros de viaje a la hora de la comercialización.

Y todo esto, como siempre lo decimos en un contexto de “precios justos y razonables”. Justos objetivamente para el productor, y razonables para el consumidor. Porque insistimos que si los PVP de los aceites de oliva calidad standard, que representan más del 80% del consumo mundial, se disparan, el consumo se hunde, y aumentan sin control en cualquier país las marcas de distribución, y reaparece el aún más peligroso fantasma de las grasas sustitutivas.

Y llegados a este punto, está bien que las administraciones aporten medidas o soluciones administrativas para que favorezcan la salida de la crisis del aceite de oliva, pero convendría recordar que tiene que ser el propio sector el que aporte y busque soluciones pensando en el largo plazo, con la mirada puesta en que en el mundo cada año se plantan nuevos cultivos de olivar y que los 3 millones de toneladas de hoy podrán llegar a 4 millones en el corto plazo.

Organizar la oferta y dar estabilidad a los precios para favorecer la comercialización en todo el mundo son claves para garantizar el mejor futuro de nuestro aceite de oliva. No podemos decir a la Comisión Europea que este sector está en crisis y al mismo tiempo cada año hay nuevas explotaciones con mayores capacidades de producción.

Seamos coherentes.