Olimerca.- Hoy más que nunca el sector productor del olivar español necesita un precio justo para su producto estrella, el Aceite de Oliva Virgen Extra. El precio del aceite de oliva ha caído un 29 % en el último año, pasando de 2,98 €/kg en Enero de 2013 a 2,11 €/kg a principios de este año.

Por contraposición el coste de producción en olivar tradicional no mecanizable es de 2,47 €/kg y en olivar tradicional mecanizable de 1,93 €/kg. Pare este tipo de olivares tradicionales no es viable producir a estos precios ya que los costes llegan a superar el precio percibido por el producto. 

Estos precios sólo son válidos para las modernas plantaciones de olivar intensivo o superintensivo en regadío las cuales presentan un coste de producción mucho menor de 1,59 €/kg (Observatorio de Precios y Mercados. 
El olivar tradicional se caracteriza por sus olivares centenarios con baja densidad de plantación (menor a 200 plantas/ha) y varios troncos por árbol en la mayoría de los casos. Este tipo de olivar es el más extendido representado el 74% del olivar español (ESYRCE, 2013), es el olivar que siempre ha estado ahí, da empleo a miles de familias, respeta el medio rural, forma parte del paisaje característico español y permite obtener aceites de mayor calidad. 

En Greenoliveoil creemos que las administraciones y en especial los consumidores debemos prestar un interés especial al olivar tradicional si queremos que este tipo de olivar se preserve en el futuro y para ello debemos pagar un precio justo por el aceite de oliva. Porque con estos precios la viabilidad de las plantaciones de olivar tradicional está en riesgo.

¿Cuál es el precio justo?
Actualmente el precio alcanzado por los aceites de oliva virgen extra viene marcado por la oligarquía presente en el segmento distribuidor de la cadena de distribución que, valiéndose de un producto de tanta calidad, realiza técnicas de reclamo hacia otros productos, especula o juega con la viabilidad de los productores menos competitivos; y sobre todo con la viabilidad de lo que tradicionalmente se ha llamado agricultura y por tanto con uno de los rasgos esenciales de toda sociedad: su relación con la naturaleza por medio del trabajo de la tierra.

¿Y quién dicta el precio justo sino los mercados?
No concebimos los mercados como una fuerza ciega, oscuramente generadora de justicia, sino cómo la consecuencia de la actuación responsable o irresponsable de los agentes económicos, es decir de los consumidores, los vendedores, los distribuidores, y los productores. Al considerar que esta vía de comercialización convencional está exageradamente viciada en uno de sus eslabones, viciando a su vez la elección realizada por el consumidor a la hora de comprar, se trata de generar canales alternativos de comercialización en el que los precios vengan marcados por el coste real de los productos y lo que realmente está dispuesto a pagar un consumidor que compra responsablemente.

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