Llevamos muchos años hablando de que España es líder en producción de aceite de oliva a nivel mundial. Pero, además, en los últimos tiempos hemos conseguido que se comience a hablar de nuestra favorable posición en los mercados, llegando incluso a desbancar a Italia en algunos mercados tradicionales de los italianos.

Pero ha llegado el momento de que el sector empresarial del aceite de oliva español de un paso más al frente y apueste por una mayor evolución que le permita ganar en competitividad. Se trata de que ese liderazgo se convierta en el punto de mira del futuro.

Que nuestras empresas sigan haciendo lo que han hecho años atrás, o incluso hayan mejorado sus estrategias de producción y comercialización ya no es suficiente; es fundamental realizar cambios drásticos para ser mejores que la competencia y que las empresas puedan competir con éxito frente a los nuevos retos que tienen por delante. Una buena gestión en una empresa permite aumentar su productividad, la calidad de sus aceites y la rentabilidad de los productos o servicios ofrecidos; mientras que el liderazgo tiene como objetivo ocuparse y enfrentarse a los cambios.

Estos cambios necesitan de líderes, en cada uno de sus campos, que orienten, guíen, inspiren y motiven al resto de la cadena de valor a cumplir con los objetivos a alcanzar. Aunque la función del liderazgo consiste en provocar estas modificaciones, es importante que los líderes sepan fijar los parámetros claros y ordenados en temas como los precios en origen, la trazabilidad, la seguridad jurídica, la calidad, la promoción, etc… y los objetivos a cumplir; para esto, la gestión entra en juego, pues desde esta se debe desarrollar la orientación.

Y es que en España todavía nos encontramos que muchos profesionales confunden liderazgo con gestión, y aunque los dos términos se relacionan, en su metodología las acciones son muy diferentes.
Pero no debemos olvidar que el éxito de nuestro sector a nivel mundial depende de los dos.