Olimerca.- La verticilosis del olivo es una de las plagas más devastadoras para el olivar, para la que no existe cura efectiva, y uno de los principales problemas fitosanitarios en el sector. La enfermedad, también conocida como ‘La Seca’, es producida por un hongo - Verticillium dahliae- que permanece en suelos infectados, coloniza las raíces y tapona el sistema vascular hasta provocar la muerte de la planta, produciendo efectos similares a los de una sequía severa.

Según un estudio publicado por la Universidad de Córdoba, la Universidad de Valencia y el Instituto de Agricultura Sostenible -CSIC- se demuestra que la dinámica del microbioma de las raíces infectadas es mucho más compleja de lo que se pensaba hasta la fecha.

Aunque la enfermedad está dirigida inicialmente por el hongo verticillium, no está impulsada por una sola especie, sino por toda una comunidad de microorganismos que atacan el árbol.

Antonio Rodríguez Franco, investigador del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Córdoba, apunta que los resultados sugieren que el marchitamiento del olivo por la verticilosis “debe entenderse como un proceso biológico de sistemas en el que tiene lugar una interacción compleja”.

Guerra microscópica
De hecho, son varios los frentes que se producen en esta suerte de guerra microscópica declarada por el verticillium, pero a la que se suman otros organismos.

Varios tipos de hongos, bacterias y protozoos actúan como un consorcio para atacar al árbol. También entran en juego una serie de microbios oportunistas, como nematodos y amebas, que, aunque inicialmente no participan en la infección, se alimentan de las sustancias que generan las defensas del olivo para contrarrestar el ataque. Por último, los hongos beneficiosos que hasta el momento habían mantenido una relación de simbiosis con las raíces del árbol, cambian de aliado y se vuelven dañinos para la propia planta.

Esta es, a grandes rasgos, la dinámica de una contienda cuyo resultado final es el marchitamiento de miles de olivos en la cuenca Mediterránea, y que ha sido detallada tras haber analizado muestras de ARN y realizado un estudio metatranscriptómico de distintas muestras.

Los resultados, según apunta el autor, podrían contribuir a enfocar tratamientos futuros para paliar una enfermedad que ha aumentado en los últimos años debido a la intensificación de plantaciones en suelos infectados. Por el momento, no obstante, aún quedan varias incógnitas por despejar, como los genes implicados en los procesos de defensa de la planta y desvelar por qué algunas especies de olivo son inmunes a la infección.