Olimerca.- En todos los ámbitos de decisión del sector del aceite de oliva, desde el Consejo Oleícola Internacional hasta la Administración autonómica, pasando por las organizaciones sectoriales, llevamos meses y meses hablando de la fijación de las determinaciones de calidad.

Como es lógico en un tema de estos, oímos imputaciones falsas, incomprensibles defensas de posturas contrarias a los propios intereses, nuevos lobis de presión, cantos de sirena… todo ello aderezado por una fácil demagogia.

Pero las cosas hay que mirarlas con perspectiva y centrarse en lo importante, que para este sector es comercializar una media anual de 1.300.000 toneladas de aceite, algo de lo que viven solamente centenares de miles de familias.

Y esta actividad ha de hacerse con una cierta tranquilidad, con unas reglas de juego claramente marcadas y no pendiente todo el tiempo de rebatir la presunción de culpabilidad, teniendo tiempo solo para inspecciones, los escándalos interesados o los problemas de interpretación. Porque no se puede desarrollar ninguna actividad económica con inseguridad jurídica; y hoy por hoy en el sector predomina esta inseguridad.

A modo de ejemplo, mientras que la pretendidamente objetiva cata subjetiva de los aceites sea determinante en la clasificación, no se encuentre un método científico homologable como ocurre en los parámetros químicos; y la propia administración reconozca en sus estudios que existen divergencias: los que se dedican a la oleicultura (agricultores, almazaras, envasadores…) no podrán vivir tranquilos, esperando a ver qué hacen con sus aceites mientras unos pocos se ponen de acuerdo dentro de unos meses.

También a la hora de fijar unos nuevos parámetros químicos asistimos atónitos a cómo es posible que no haya ya pruebas claras para establecer nuevos límites, que se hayan realizado muy pocos estudios al respecto y encima no son coincidentes y por lo tanto concluyentes para decidir. Para posicionarse hay que tener información, y me temo que aquí nuevamente se habla sin que nadie sepamos lo que hay. 

Una interventora Administración parece estar más preocupada por dar la imagen de ser controladora siguiendo las teorías del fraude generalizado, que de aliarse con el sector en la búsqueda de los problemas cotidianos que se plantean.

Precisamente esto me lleva al segundo principio, el del liderazgo. Se nos llena la boca afirmando que España es líder mundial del sector oleícola, y siento decir, que no estamos ejerciendo como tales. Vamos por detrás, no atacando, sino para que no nos metan goles, a remolque de los intereses de otros países productores. 

Me duele cuando frecuentemente oigo decir a nuestros responsables políticos que no pueden hacer nada porque eso se decide en el COI o en la Unión Europea. Es hora de tomar decisiones coherentes y sobre todo que las mismas vayan enfocadas a potenciar la seguridad y el liderazgo de nuestro sector y de nuestro aceite de oliva.