Olimerca.- Dicen, cuentan, parece ser que en España es protagonista la dieta mediterránea, que tenemos unas costumbres alimenticias bastante saludables y que somos el principal productor mundial de aceite de oliva. Es más, cuentan que hasta llegamos a superar a Italia en las exportaciones de este producto. Además, tenemos uno de los productos más importante de nuestra economía.

Pero no sé si lo he soñado, si es un rumor o si realmente somos bandera de la dieta mediterránea y del aceite de oliva. Pues sí, no lo he soñado: somos el primer productor mundial de aceite de oliva, nuestro aceite de oliva virgen extra ha superado al italiano hasta en la exportación, está demostrado que el aceite de oliva tiene innumerables beneficios para nuestra salud, es protagonista en nuestra saludable dieta mediterránea, es el motor de la economía de gran parte de nuestra agricultura, el olivo forma parte de nuestro paisaje y de nuestra cultura y además es motor de vida para las familias de nuestros campos.

En resumen, no se concibe España sin el olivo y el aceite de oliva virgen extra no se concibe sin pensar en España. Salud, tradición, economía, paisaje, patrimonio cultural y patrimonio natural, todo esto y más suponen el olivo y el aceite.

Mis dudas me vienen cuando me doy cuenta de que el protagonismo que tiene nuestro aceite de oliva a nivel mundial no es tratado como tal por nuestro legislador tributario.

Si realmente es importantes para España, ¿cuál es la razón por la cual los poderes públicos le tratan tan duramente en comparación con lo que sucede en otros Estados productores? ¿Y qué hace nuestro Estado con el aceite de oliva español? ¿Lo trata como un producto de primera necesidad? ¿Lo trata bien? Pues va a ser que no. Lo trata como un alimento más, del montón. 

Estimular al máximo el consumo de aceite de oliva debe partir necesariamente de un adecuado tratamiento de este alimento, como producto de primera necesidad

¿Sucede lo mismo en Italia? No, en Italia sí se trata el aceite de oliva como un producto de primera necesidad.

Francis Ford Coppola, americano de origen familiar italiano, aprovechaba cualquier oportunidad que tenía en la saga de El padrino para marcar el protagonismo transalpino en el aceite de oliva. Y de hecho, el mundo pensaba que el aceite de oliva era más propio de Italia que de España.

Y aunque los números y otros datos evidencien lo contrario, parece ser que en Italia los poderes públicos sí se hacen eco de ese sentir, mientras que en España no, sin que encontremos una razón que lo justifique.

La disciplina fiscal

Dentro de los parámetros que marca la disciplina fiscal de la Unión Europea, en el Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) italiano el aceite de oliva tributa al 4 por ciento, mientras que en España lo hace al 10 por ciento.

En Italia existen tres tipos de gravamen en el IVA: un 22 por ciento como tipo general, un 10 por ciento entre otras cosas para la mayoría de los alimentos y un 4 por ciento para los productos de primera necesidad, entre los que se allí se encuentra el aceite de oliva.

En España existe una estructura bastante paralela en el IVA, con unos tipos de gravamen del 21, 10 y 4 por ciento, éste último para los productos de primera necesidad, entre los que nuestro Estado no ha incluido el aceite de oliva.

En España el aceite de oliva debería estar mejor tratado que en Italia y, sin embargo, vemos que no es así

Este dato comparativo con ese otro país mediterráneo, que puede parecer una tontería a los que dirigen nuestro Estado, para la inmensa mayoría de nuestra población es un dato aún desconocido, pero es al mismo tiempo un dato muy revelador de la distinta importancia que se le da a este producto en España y en Italia. 

Italia mima su aceite de oliva, mima su cultura, su gastronómica; mima su patrimonio natural. ¿Nosotros hacemos lo mismo? Pues parece ser que no. Sería, además, un indicio de que nuestros poderes públicos dan un giro a su actitud, ocupándose y preocupándose de nuestro campo, de sus gentes, de nuestra cultura, de nuestro patrimonio, del empleo, de nuestra economía y, lo que es más importante, de nuestra salud.

La armonización fiscal en la Unión Europea lo permite, es decir, las directivas que emanan de las instituciones comunitarias lo ampararían. Italia ha aprovechado esa posibilidad. No existen razones para que España no lo haga también.