El fallecimiento de Juan Vicente Gómez Moya el pasado 23 de agosto, me cogió totalmente por sorpresa. El fue mi mentor y mantuvimos una estrecha relación profesional durante muchos años. Aprendí muchas cosas junto a él, algunas de ellas tan esenciales como el auténtico sentido de la lealtad y de la ética, personal y profesional.

En los últimos 25 años de su larga carrera, Juan Vicente estuvo al frente de la dirección de ASOLIVA (Asociación Española de la Industria y El Comercio Exportador de Aceite de Oliva), desde donde contribuyó, trascendentalmente, a la proyección internacional de los aceites de oliva de España.

Juan Vicente ha dejado una profunda huella en la aún breve historia de la promoción de los aceites españoles en el mundo

Las campañas de promoción internacional del aceite de oliva español no se inician a raíz de la constitución de la Organización Interprofesional, en cuyo largo proceso de gestación también participó intensamente Juan Vicente, sino mucho antes.
De hecho, fue a mediados de los años 90 del siglo pasado, por iniciativa de la dirección de ASOLIVA, y con el decisivo concurso del ICEX, cuando se creó el “Fondo de Promoción del Aceite de Oliva Español”, en el que participé como consultor de marketing y comunicación. La estrategia de comunicación diseñada entonces fue el germen que hizo posible transformar radicalmente la percepción de nuestros aceites en los grandes mercados del mundo, y también dentro de España.

Campañas innovadoras
Los ejes de las campañas genéricas que se realizaron sistemáticamente en aquellos años, en EEUU, Japón, Rusia, Australia, o China, los damos hoy por sentado, sin embargo, entonces resultaban completamente innovadores.

Diferenciar las categorías comerciales, promover los aceites de calidad virgen extra, difundir las variedades autóctonas españolas, organizar seminarios y catas o propagar su uso en las distintas cocinas nacionales, nos parecen hoy actividades de promoción perfectamente habituales, pero hace 25 años, créanme, resultaban totalmente novedosas.

Casi nadie en España o en el exterior había oído hablar hasta entonces de aceites de la variedad picual, arbequina, hojiblanca o cornicabra, ni mucho menos eran conscientes de los distintos matices sensoriales de cada uno de ellos. Por no hablar de la confusión entre las categorías comerciales, que, aunque mitigada, aún perdura.

Paulatinamente se ha ido creando una imagen propia y diferenciada de los AOVEs españoles, y nuestros operadores comenzaron a recibir demandas de aceites mono varietales que, hasta entonces, no formaban parte de la oferta de la inmensa mayoría de las empresas exportadoras.

Sin duda que Juan Vicente ha dejado una profunda huella en la aún breve historia de la promoción de los aceites españoles en el mundo.