A falta de escasas semanas para que arranque la campaña de recogida del olivar, cada día nos levantamos con nuevos brotes que se extienden por muchos pueblos de comunidades productoras.
En este artículo de reflexión me gustaría poner sobre la mesa el problema que parte del sector oleícola puede sufrir si tiene la mala fortuna de que su personal se contagie o tenga obligación de confinarse durante dos semanas.

¿Qué ocurriría si a mitad de diciembre se cerrara una almazara 15 días por un brote de los molineros? ¿Quién arranca la almazara? Extremadura y otras provincias de Castilla -La Mancha o Andalucía no pueden presumir de disponer de una bolsa de trabajo de personal capacitado para suplir turnos en cualquier almazara; es más, asistimos en los últimos años a continuos “fichajes” de maestros con un mínimo de experiencia para llevar nuevas almazaras. Ante esta baja oferta de personal capacitado se une el riesgo de que, al compartir vestuario y comedor, el uso de las mismas herramientas, tocar los mismos botones y la previsible ausencia de disciplina en las operaciones de descarga de aceituna y recogida de documentación, es plausible que alguna almazara esta campaña se vea obligada a cerrar y dejar de dar servicio.

¿Qué ocurriría si a mitad de diciembre se cerrara una almazara 15 días por un brote de los molineros? ¿Quién arranca la almazara?

Pero el cierre de una almazara, no va a parar la recolección. El olivicultor o el socio deberán buscar una salida a sus aceitunas para no verse en la tesitura de tener que vender de urgencia un fruto perecedero, con la consiguiente pérdida en el valor del fruto.

Por tanto, y sobre todo el sector cooperativo, deberá buscar “recursos”, alternativas, soluciones, etc. ante posibles contratiempos en su línea de producción y servicio al socio. Estas soluciones pasan por olvidarnos de los localismos y buscar cooperaciones recíprocas, lo cual en esta campaña 2020-21 de media producción no sería problema, para molturar las aceitunas de almazaras próximas, a fin de evitar que la necesidad urgente de colocar las aceitunas recolectadas hunda aún más el mercado.

Las grandes almazaras privadas pueden derivar sus producciones a otras instalaciones de su grupo, tanto en Portugal como hacia Andalucía, así como los agroinversores transportarlas en camiones llenos de aceitunas extremeñas hacia otras zonas; sin embargo, almazaras de la comarca del norte de Cáceres, Villuerca-Ibores, de la Serena o Tierra de Barros, deben pensar qué decisiones tomarían ante un cierre de su almazara por obligación de confinarse, previsión no descabellada tal y como evolucionan los contagios y brotes.

Es el momento de dar la cara, dar un paso al frente y cooperar, ser solidarios con la almazara cercana

Esta circunstancia no es exclusiva de Extremadura, de manera similar ocurrirá con otras provincias, por ejemplo, Ciudad Real, Córdoba o Sevilla hacia donde suelen derivarse anualmente media docena de toneladas de aceituna extremeña, salidas que pueden mermarse ante cierre de almazaras de altas producciones.

En mi opinión, es el momento de dar la cara, dar un paso al frente y cooperar, ser solidarios con la almazara cercana y evitar que los posibles reveses que la pandemia pueda sumar a la cadena de valor de los aceites de oliva y agraven ya una mala situación del sector.