Perdida la cuenta de cuántos trimestres llevaba el sector del aceite empalmando subidas de precio, por fin podemos hablar de un descenso. Todo esto sucede justo en un año inflacionista, en el que los productos envasados se encarecieron un 2,7% al término de 2018, si bien el mayor empuje de los precios tuvo lugar en los frescos (+4,9%).

Así pues, en un año de más esfuerzo en general para el bolsillo del consumidor, el aceite dio un respiro con una caída en su importe medio por litro del 2,4% hasta los 2,78 euros (incluyendo todas las variedades), que fue más acusada en la segunda mitad del año tras un breve período de estabilidad sin variaciones al alza o a la baja y en lo que tuvo mucho que ver la fuerte intensidad promocional.

Y es muy significativo en particular el crecimiento de la variedad más cara del lineal de aceites: el oliva virgen extra. Sin decir adiós a la barrera psicológica de los 4 euros el litro, al abaratarse más de un 6%, los españoles compraron nada menos que un 12% más en 2018 de este producto.

Al comprobar que el oliva es más asequible, hay una vuelta a su consumo que tiene su impacto en semillas (el girasol principalmente), que no varió el año pasado en precio y se mantuvo por debajo del 1,1 euros el litro. En cambio, su volumen de ventas fue casi un 7% inferior.

Y es que la misma hipersensibilidad que muestra el consumidor a las subidas de precio, haciendo un trasvase a opciones más económicas para su bolsillo, también recompensa las bajadas, haciendo el camino a la inversa. Es todo un reto por tanto para la industria del aceite conseguir que el consumidor sea menos voluble a los cambios de precio en este producto, lo que pasa por hacer un poco de pedagogía para que sepa qué variedad comprar en función de para qué lo va a utilizar.

No es el único reto. El auge de la comida preparada es todo un desafío para el sector aceitero. El “súper” va camino de convertirse en la “mamá que nos cocina”. Es curioso que en un momento en el que hay más programas de televisión de cocina que nunca, se cocine menos que nunca. El consumidor empieza a asociar ya calidad con rápido y listo para comer.

Así que la competencia con el lineal de refrigerados y los puntos de comida preparada serán otra variable a tener en cuenta para las estrategias de los aceiteros.