Olimerca.- ¿Qué peso tiene el olivar y la producción de aceite de oliva en la región de Navarra? 
Itziar Gómez.- El olivo es un cultivo mediterráneo que está presente en la historia y el paisaje de Navarra desde hace dos mil años.  

A lo largo de los siglos, la extensión e importancia de nuestros olivares han sufrido altibajos.  Durante la década de los ochenta y parte de los noventa, la situación del sector almazarero se complica extraordinariamente y muchos trujales tuvieron que cerrar sus instalaciones por falta de materia prima, obligando, con intervención de la Administración Navarra, a establecer un sistema de reestructuración de las almazaras cooperativas existentes, reduciendo su número a las nueve que actualmente funcionan. La reestructuración fue radical. 

En 1995, el olivar de Navarra toca fondo y entre 1966 y 1995 había desaparecido el 68% de la superficie de cultivo de olivo pero, a partir de este año la tendencia se invierte; poco a poco, la superficie plantada de olivar va aumentando. En 24 años (1996-2020) se ha pasado de 2.279 ha a 7.200 ha productivas, más del 60% en regadío y la superficie cultivada en ecológico se incrementa año a año las 813 has. En cuanto al aceite de 0,75 millones de Kg de aceite se ha pasado a casi 6 millones de kilos.
La superficie cultivada se ha multiplicado por 3 y la producción se ha multiplicado por 8, alcanzando así un techo histórico nunca antes igualado. No obstante, una buena parte del sector olivarero navarro sigue muy atomizado y disperso en pequeñas explotaciones familiares.  

En las dos últimas décadas se han incorporado plantaciones de olivo de cierta entidad, con criterios de calidad y rentabilidad, sujetas a las modernas técnicas de cultivo: son plantaciones más intensivas, en terrenos más productivos y con riego por goteo en muchos casos. El olivo es un árbol muy resistente a la sequía, con capacidad para reducir la pérdida de agua, de ahí su cultivo tradicional en zonas agrícolas marginales. Con todo, la posibilidad de aportarle agua en las zonas más áridas y en la época estival, mediante instalaciones de riego localizado (por goteo, fundamentalmente) supone una gran mejora.
En cualquier caso, el olivar siempre ha formado parte de nuestro paisaje como un cultivo rústico, adaptado a terrenos áridos.  Su producción, orientada al consumo local, se ha cuidado con mimo artesano, el aceite ha sido parte de nuestra cultura y nuestra dieta familiar. 

Otro aspecto relevante tiene que ver con la aportación que supone el olivar en el mantenimiento del paisaje, la fauna y el medio ambiente en su conjunto. En lo social cabe destacar el gran número de familias que participan de forma activa en su cultivo y recolección.

Más del 90% de los olivares son de las variedades Arróniz, Arbequina, Empeltre. Más del 11% de la superficie es ya en ecológico.

Un gran porcentaje de nuestro aceite, aproximadamente el 80%, se consume dentro de la Comunidad foral. Las cooperativas más pequeñas destinan la totalidad de su producto al autoconsumo, mientras que en las cooperativas de mayor tamaño se comercializa aproximadamente el 50% del mismo.  En el caso de las empresas privadas, una parte de su producción se comercializa en otras regiones cercanas – País Vasco, Aragón, Cantabria y la Rioja – y hay un porcentaje que se exporta a otros países, donde el aceite navarro empieza a darse a conocer.

Olimerca.- ¿Cómo valora la investigación que se hace en torno a este sector en su Comunidad?
Itziar Gómez.- Desde la sociedad pública Instituto Navarro de Tecnologías Infraestructuras Agrícolas (INTIA), dependiente de departamento de Desarrollo Rural y Medio Ambiente, se presta asesoramiento a agricultores, cooperativas y empresas y se promueve y participa en diferentes ensayos. Si mencionamos los directamente relacionados con el sector olivarero:

-Selección clonal de la variedad Arróniz y de la variedad Empeltre junto con las comunidades de Aragón, Baleares, Cataluña, Comunidad Valenciana y La Rioja. Así mismo se ha participado en proyectos INIA con otras comunidades autónomas sobre adaptación de variedades.

-Realización de estudios para la determinación del momento óptimo de recolección teniendo en cuenta el grado de maduración, rendimientos y la calidad del aceite obtenido.

En los últimos años, las experiencias se están centrando en la aplicación de sistemas más sostenibles, incidiendo en el ahorro del agua, las aportaciones de abono o la reducción de tratamientos.
•    Realización de ensayos aplicando sistemas de riego deficitario. Este tipo de riego consiste en reducir el aporte de agua, en los momentos y en la cantidad justa en los que el árbol puede prescindir de ella, sin perjuicio para el cultivo ni para el fruto, pero si consiguiendo un ahorro de agua, que además de ser un bien medioambiental, reduce costes del cultivo. Estos ensayos incluyen distintas formas de conducción y marcos de plantación y en concreto el cultivo del olivo en seto.
•    Seguimiento de los abonados en zonas sensibles de nitritos, para obtener una correcta nutrición sin perjuicio del medio ambiente y cumpliendo la normativa medioambiental.
•    Viabilidad de la combinación en el control de poblaciones de la mosca del olivo “Bractocera oleae” del trampeo masivo (método de control de captura y muerte de la mosca del olivo mediante feromonas en estado sólido) y el apoyo de tratamientos fitosanitarios para la reducción de daños en aceituna. 

El apoyo que se ofrece al sector desde el Gobierno con la investigación que se hace desde INTIA es fundamental. La investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías, así como la transmisión de todo ese conocimiento al sector son pilares básicos para reforzar su competitividad, máxime en una era tan globalizada como la actual.

Olimerca.- ¿Cómo se verá afectado el olivar de su región con los nuevos retos que propone Bruselas en cuanto a la producción ecológica? 
Itziar Gómez.- La Comisión Europea presentó el 25 de marzo de 2021 el Plan de Acción para el Desarrollo de la Producción Ecológica 2021–2027, cuyo objetivo general es impulsar la producción y el consumo de productos ecológicos, alcanzar el 25 % de las tierras agrícolas dedicadas a la agricultura ecológica de aquí a 2030. 

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