Olimerca.- Parece mentira que con todos los problemas que tiene el sector del aceite de oliva, desde el campo a la mesa; problemas muy urgentes de abordar y sobre todo de resolver, todavía tengamos que seguir escuchando en muchos foros de debate, en programas de radio y de televisión que la mayor preocupación en estos momentos sea el fraude que hay en el aceite de oliva, de los problemas del etiquetado, de si es virgen, virgen extra o vete tú a saber.

No sé si aquellos que se pasan la vida culpando a otros de la mala imagen de la calidad del aceite de oliva se han parado a pensar que el daño no se queda en el tintero, y que esos comentarios desprestigiando a nuestro oro líquido, no sólo perjudican al conjunto de operadores que comercializan en nuestro país y en el exterior, sino que también, y es lo más importante, dejan una importante huella en el consumidor que cuando llegue al lineal se planteará ¿y cuál es el aceite que no es fraudulento?

Vamos a borrar de nuestro lenguaje aquellos términos descalificadores, sobre todo cuando los mismos llegan al consumidor final

Estamos de acuerdo que la valoración organoléptica es un problema de inseguridad jurídica importante para las empresas, que no de salud pública para el consumidor, y al que se le está buscando soluciones alternativas. Por todo ello, porqué en vez de hablar de fraude, que es una palabra con unas connotaciones muy negativas de cara al consumidor, hablamos de la gran calidad que tienen nuestras producciones, de las grandes marcas que copan los lineales en nuestro país y en el exterior, reforcemos la imagen de que somos líderes en producción y calidad, reforcemos nuestro posicionamiento en el exterior, etc., porque con esa estrategia de hablar siempre de lo malo y no de lo bueno lo único que vamos a conseguir es generarnos un nuevo problema de caída del consumo y de tirar por tierra la imagen de los aceites de oliva de España.

Vamos a borrar de nuestro lenguaje aquellos términos descalificadores, sobre todo cuando los mismos llegan al consumidor final, porque cuesta creer que sea el propio sector el que se tire piedras contra su propio tejado.

Por último, al margen de lo comentado anteriormente, es de justicia poner sobre la mesa que si aparece algún caso de fraude llevado a cabo por unos pocos, la actuación de las Administraciónes deba ser siempre rapidísima e implacable.