Olimerca.- Desde hace algunos años el sector del aceite de oliva ha dado pasos de gigante en el exterior. Ha roto fronteras, ha abierto nuevos mercados y ha sabido ganarse la fidelidad de otros consumidores más habituados a otras grasas vegetales, alcanzando cifras récord históricas de comercialización de aceites de oliva de más de 800.000 toneladas.

Lo que llama la atención es que estos éxitos también tienen sus sombras, y que en muchas ocasiones pasan desapercibidas para gran parte del sector. Y es que no es oro todo lo que reluce cuando se habla de los logros de las empresas en el mercado de Estados Unidos o en países asiáticos o Australia.

Para poder seguir ganando la batalla de los mercados exteriores no sólo hacen falta campañas de formación y de divulgación. Es tan importante o más que se armonicen las distintas normas sobre clasificación de los aceites de oliva entre los distintos países, que se simplifiquen, sobre todo en países no miembros del Consejo Oleícola Internacional, que se aborde el tema de la ausencia de legislación en especial en el ámbito de la calidad comercial. Todas estas situaciones provocan incertidumbres, sobrecostes, y en definitivas barreras innecesarias al comercio, en su mayoría muy costosas y larga solución.

Si queremos que nuestras empresas sigan cosechando éxitos en el exterior, no sólo tenemos que luchar por vender cada año más volúmenes, mejor calidad y más envasado; también todo el conjunto del sector tiene que tener en cuenta que hay otra batalla más difícil de ganar y que viene impuesta por los gobiernos de otros países y sus distintas administraciones, que buscando defender sus producciones interiores, ponen cada vez más difícil nuestras exportaciones.

Nuestras empresas necesitan una mayor implicación del Consejo Oleícola Internacional y de las distintas administraciones que cuenta con capacidad para defender intereses comunes.