Olimerca.- Creo que muchos de los que estén leyendo estas palabras, comprenderán estas vivencias y situaciones y estarán de acuerdo conmigo que, a lo largo de los años y por encima de los éxitos y fracasos profesionales quedan, y a mucha distancia, las vivencias personales siempre más gratificantes y duraderas en nuestros corazones.

Anécdotas, situaciones cómicas y dramáticas y sobre todo las personas que vamos conociendo en este devenir y mágicamente se van quedando para siempre en nuestras vidas, amigos que traspasan las fronteras de lo mercantil, de la frialdad del foco empresarial, de las necesidades de nuestros negocios, y que se convierten en compañeros leales y queridos, muchas veces amigos para siempre.

A cuantos de nosotros no nos habrán preguntado si sabemos en qué país nos estamos levantando…o .. tras un largo viaje trasatlántico, el país donde vamos a aterrizar. A mí la verdad nunca me ha pasado.. y me imagino que a la mayoría de nosotros tampoco.

Uno siempre tiene en la cabeza el tiempo que le queda para volver a casa, la llamada para ver como está todo con los nuestros, lo que tiene que hacer para que el estar fuera de casa y la renuncia familiar merezca la pena. Mérito y mucho tienen nuestras mujeres y maridos, nuestros hijos y nuestros familiares; los que se quedan esperando en una función de Navidad o del Día de la Madre que aparezca su madre o padre, o el cónyuge que pasa un aniversario solo, o un cumple de un hijo.., sacrificio y muchas veces mucha pena y culpabilidad. El tiempo pasa de forma inexorable y nada tiene una segunda oportunidad, nada pasa dos veces.

No pretendo con esto colocarnos a los que exportamos AOVE en el apartado de mártires o sufridores, pero si arrancaros una media sonrisa recordando cuantas veces nos hemos visto en este tipo de situación, porque nada es por azar, nada es suerte o destino y todo es trabajo, esfuerzo, paciencia y fe.

Esta misma noche tomamos mi querida compañera Isabel y yo un avión que sale para Kiev a las 2 de la mañana, para poder trabajar 24 horas y poder volver cuanto antes ella a su casa y yo a la mía.

¿Estamos locos? Posiblemente si, pero como bien dice ella o nos “personamos” y entendemos que está pasando y que nos están ofreciendo in situ o no podremos tomar decisiones que se correspondan con la realidad. Nos pegamos el pequeño palizón y puedo celebrar el cumpleaños de mi hija y ella estar con los suyos.

Al final hemos aprendido que el cuerpo se va adaptando de forma maravillosa siempre que tu espíritu sea optimista con la famosa frase que siempre nos decimos al sacar la tarjeta de embarque: “ya estamos empezando a volver a casa”