Olimerca.- Vivimos angustiados no sólo por la cosecha, sino por la cantidad y calidad de la misma y, como consecuencia, los precios. No obstante, reconozcamos que desde hace bastantes años, el mercado del aceite no había sufrido un recalentamiento como el actual, coyuntura que solo podrá enfriar  las lluvias que nos puedan regalar las nubes en el presente mes de septiembre.

En principio existe una considerable coincidencia por parte de los operadores, en que la presente cosecha será inferior a la del año anterior, sin que nadie o solo algunos especuladores se atrevan lógicamente a cuantificar dicha caída. Hemos prosperado en muchos aspectos pero seguimos careciendo de un oráculo a quien recurrir para resolver nuestras tremendas incertidumbres.

Teóricamente, los beneficios  de una menor producción  podrían ayudar a las empresas a defender su aceite, controlando mejor la salida de producto de las bodegas y pudiendo vender a precio más elevado por kilo.

Tal comportamiento debe o puede interpretarse como un mecanismo de defensa ante la previsión de una cosecha más limitada. En sentido contrario, si el meteoro se comporta y llueve con orden las expectativas de campaña subirán con la consiguiente reducción de tensiones, desconociéndose como repercutirá en el precio. Ahora bien, si la ansiada lluvia no llega, lo normal es que las cotizaciones suban, de donde se deduce que gran parte de la casuística dependerá del agua.

La pretensión de compensar la baja producción con el incremento de cotizaciones, puede terminar con aquello de “pan para hoy y hambre para mañana”. Los grandes importadores esencialmente americanos, terminarán puenteándonos olímpicamente efectuando sus millonarias compras en otros países  como ya vienen haciendo aunque por el momento en menor cuantía.

Siempre podremos contarles, sin faltar a la verdad, que nuestras calidades son infinitamente mejores, pero tal argumento cuando las diferencias en precio son muy abultadas, terminará cayéndose como ya estamos sufriendo.

Tras esta sucinta exposición sobre el panorama a que nos enfrentamos, cada profesional y empresa tienen forjado su propio criterio en función de la información disponible. Actualmente nos encontramos en la fase de los pronósticos, que son tan variados como el enfoque de los mismos. 

Sobre lo sucedido en la campaña anterior era perfectamente predecible, de ahí las enormes retiradas de junio, julio y agosto, unido a que la producción de los países vecinos fue escasa, lo que les impidió llegar con aceite hasta el verano, circunstancia que indudablemente nos favoreció, sin que el mercado sudamericano tampoco fuese una amenaza, todo lo cual canalizó la demanda hacia España. Concretamente Italia cuadriplicó sus compras en España y a precios francamente bajos. Tal situación provocó que muchas empresas españolas y extranjeras firmaran contratos anuales a precios muy ventajosos e incluso infravalorados, generando sustanciosas rentabilidades.

Las amenazas
Sobre lo que pueda ocurrir en otros países, yo recomendaría un serio seguimiento de Tuquía que en estos momentos ya constituye una amenaza real, tanto en aceitunas de mesa como en aceites de oliva. Sus crecimientos anuales evolucionan a un ritmo espectacular, y lo más preocupante es como están cuidando y mejorando su servicio al cliente.

Están captando grandes empresas en USA, ofreciendo precios de 100 euros más baratos por tonelada y una calidad más que aceptable, condiciones contra las que no podemos competir, dado que sus costes de producción son sensiblemente inferiores a los nuestros. Afortunadamente ya disponemos de un gran potencial de olivar en regadío cercano al 33%, pero que de cara al futuro será insuficiente.

Comparto el deseo y tengo la esperanza de que pronto se produzca una bajada de precios. Durante estos últimos meses todos hemos soportado quejas de clientes aludiendo a lo elevado de nuestros precios y las fluctuaciones de los mismos. Nuestra obligación, principalmente con las empresas extranjeras, pasa por explicarles y razonar a que obedecen aunque no sea tarea fácil.

La intención del presente artículo no es otra que transmitir una serie de opiniones personales, más o menos acertadas, o totalmente desacertadas sobre el complejo y apasionante mundo del aceite de oliva. Mis reflexiones se basan en mi experiencia de siete años  como director de compras  en una empresa americana radicada en N.Y. y cuatro más posteriormente como responsable de ventas y asesoras de empresas españolas.

Si me pidieran una recomendación esta se orientaría hacia el incremento de la formación y mejora en el conocimiento de idiomas de los responsables de exportación de nuestras empresas aceiteras, con independencia de su tamaño, reconociendo que existen fabulosos profesionales en el sector.

Para empezar, tal como hacen en USA, los directores de compras están permanentemente viajando y acudiendo a ferias y foros. Visitan a sus principales proveedores e incluso asistiendo  y supervisando en origen las cargas de producto, comprobando calidades, etc. En EE.UU, lógicamente no son partidarios de mantener un solo proveedor, sino diversificar en la medida de lo posible tanto en lo referido a empresas como a países, pero les cuesta un trabajo ímprobo, por citar algún caso, entenderse con egipcios y tunecinos.  Les interesan sus precios pero contemplan otros aspectos como calidad, contratos, logística, forma de pago, plazos de entrega .

No olvidemos que España es el primer productor de aceite del mundo, lo que significa que prácticamente la mitad del aceite consumido es español.

Nuestras exportaciones crecen y nuestros productos están altamente prestigiados, si bien está en nuestras manos el continuar mejorando en todos los aspectos a nuestro alcance.