Olimerca.- Más de siglo y medio llevan los científicos discutiendo acerca de la principal causa de extinción de los majestuosos dinosaurios. Al principio, la principal hipótesis radicaba exclusivamente en que un cataclismo provocó una ausencia de alimento que impidió que tan inmensos animales pudiesen sobrevivir en una época de escasez; pero con el tiempo se ha descubierto que no fue esa la única causa, aunque si una de las principales; sin embargo, en aquellas condiciones, los animales de menor tamaño sí pudieron continuar sobreviviendo al tener menos necesidades y poder adaptarse mejor a las circunstancias sobrevenidas.

De este y otros hechos parecidos en la evolución podemos y debemos sacar una conclusión: lo importante es adaptarse a las circunstancias, con independencia de la velocidad a la que éstas ocurran y ¡cuanto más rápido mejor!

Llevado esto al mundo de la empresa y del comercio, podemos estudiar que a lo largo de la historia han coexistido empresas de enorme tamaño y empresas de mucho menor volumen; este hecho se debe fundamentalmente a que el mercado no es una superficie plana, es un universo lleno de recovecos a los que los empresarios deben poder llegar.

Crecer con cabeza
Así, y en los últimos 15 años hemos asistido al apostolado de la “mega-empresa” - si no creces mueres – y, acto seguido, en época de crisis, hemos comprobado que solo han sobrevivido aquellos que consiguieron una dimensión, llamémosla, “adecuada” para crecer con cabeza.

Además hemos tenido la oportunidad de ver que en épocas en las que financiarse “en la calle” era tan barato, algunos pensaron que era de necios no pedir dinero prestado (sin límite) a un banco, cuando la rentabilidad del negocio era superior al coste de apalancamiento...pero de esto ya creo que hemos aprendido mucho, ¿no?

En nuestro sector, en el del aceite de oliva, que no está ausente de la realidad del mercado, de la realidad de la empresa y de las teorías de la evolución, no hemos de perder el norte.

 ¡Claro que el tamaño importa! importa el tamaño correcto, el tamaño adecuado al proyecto empresarial que cada uno tenga, y el tamaño que permita reaccionar con rapidez y adaptarse a las circunstancias del mercado.
Una expresión muy empleada es que el mercado está lleno de “nichos” y que por tanto un determinado empresario debe buscar el nicho de mercado al que le interesa ir. Ante esta expresión hay una respuesta bastante poco acertada que algunos gurús de nuestro sector emplean con cierta frecuencia (entiendo que refiriéndose únicamente a la segunda acepción del diccionario de la RAE): “ los nichos están llenos de muertos”.
¡Estoy de acuerdo! por eso vamos a dejar de hablar de nichos; hablemos de espacios o huecos...

Y... cuidado, porque si el hueco es demasiado grande, lo podemos convertir en una fosa común.  Si somos demasiado grandes tenemos costes de estructura grandes; tenemos grandes necesidades de financiación, y mucha necesidad de comercializar grandes volúmenes aún a costa de los márgenes...y habrá “huecos de mercado”, y épocas en las que no seamos competitivos.

Si por el contrario, tenemos un pequeño tamaño, un pequeño volumen, una pequeña estructura de personal, etcétera, y queremos acceder a grandes mercados, a grandes volúmenes, y cubrir demasiados “huecos del mercado” nos encontraremos con un déficit de dimensión que nos obligará a desistir de la empresa.

La fórmula de la concentración
Pues bien, dado lo relativo de todo el planteamiento, y lo sujeto que está a criterios subjetivos del modelo de negocio que cada empresario considere oportuno dentro de su libertad empresarial, es por lo que resulta llamativo que desde la administración - yo creo que guiada por algunos intereses demasiado particulares – se esté apostolando de forma decidida, directa, y en algunos casos bastante recurrente, a eso que llaman concentración de la oferta.

La concentración de la oferta, aparte de estar limitada legalmente, tampoco significaría en sí misma un éxito asegurado en un producto como el aceite de oliva, que acapara en el mundo sólo el 4 por ciento de las grasas vegetales comestibles.

Personalmente creo que, dado que el interés de la Administración y de nuestros gobernantes es absolutamente loable, y se corresponde con conseguir que un producto tan extraordinario como el aceite de oliva - en el que somos líderes absolutos en el mundo - tenga un desarrollo comercial que permita su sostenimiento en el tiempo, nuestros responsables públicos, debieran facilitar a los empresarios oleícolas la consecución de esa dimensión adecuada.

No facilitar únicamente la consecución de una enorme dimensión - que no garantiza en absoluto el éxito - apoyando únicamente la concentración de la oferta.

Ayudas dirigidas únicamente a fusionar almazaras, fusionar empresas comercializadoras, a integrar cadenas de producción de envasado o de comercialización, no sirven nada más que para que esas ayudas lleguen a aquellos que más necesidades de financiación o de tesorería tienen debidas, fundamentalmente, al enorme tamaño que han adquirido, y no a la dimensión adecuada o a lo adecuado de su dimensión.

Sin embargo, si la administración cambiase el rumbo, podría ayudar a otros proyectos de menor tamaño pero mejor dimensión; basados en la diferenciación por calidad y origen, basados en la política de marca; basados en la excelencia, etc; que están demostrando que también se puede llegar al mercado con un menor tamaño, y que están sirviendo para situar al aceite de oliva español en unas cotas de reconocimiento internacional desconocidas hasta hace muy poco tiempo...

Por eso, y si se me permite, la vieja discusión acerca del tamaño yo la dejaría zanjada: El tamaño sí importa