Olimerca.- El precio de cualquier bien limitado de consumo se regula por la oferta y la demanda y en consecuencia las fluctuaciones del precio han existido y existirán; máxime si se trata de un producto agrario que está expuesto a oscilaciones en la producción.

El olivo es un cultivo que presenta una vecería natural lo que acentúa más si cabe la alternancia de producción, que ya de por sí está condicionada cada campaña por la meteorología. Por tanto, intentar estabilizar el precio de mercado en base a este parámetro es también inviable.

Partiendo de estas inevitables oscilaciones, la clave está en determinar cuál es la amplitud máxima admisible del precio de forma que se cumplan dos condicionantes en los que todos estaremos de acuerdo:

1º).-  Que los olivicultores dispongan de una renta mínima.

2º).-  Que los consumidores no se retraigan sensiblemente en la compra de los aceites de oliva y opten por otras grasas sustitutivas.

Para evaluar estos dos condicionantes deberíamos conocer, con la mayor exactitud posible, dos importantes aspectos:

a) Los costes del cultivo del olivo.

b) La curva de elasticidad precio-demanda del aceite de oliva.

Desde AEMO, hemos valorado ambas cosas en los últimos tiempos y estamos en disposición de determinar un intervalo lógico de precios en los que se debería mover el mercado del aceite de oliva en España para remunerar mínimamente al agricultor y para que la demanda se sostenga y sea capaz de absorber la producción.

En referencia a los costes totales de obtención de un kilo de aceite de oliva,  y si tomamos como referencia el olivar tradicional de moderada pendiente o mecanizable (OTM), estos costes (incluyendo molturación) están en el entorno de 2.20 €/kg, lo que permitiría cubrir los costes en los olivares más frecuentes en nuestro país (50%); y aún con un margen adicional en los intensivos (25%), quedando fuera de rango los olivares tradicionales de alta pendiente que suponen el otro 25% en superficie del olivar español y que son otra historia.

Por otro lado, según los datos que disponemos a través de encuestas, el precio medio que el consumidor español está dispuesto a pagar por un litro de aceite es variable, pero podría llegar hasta 2.90 €/l (PVP), y sólo se retraería el consumo un máximo del 10% del volumen comercializado.

Considerando sensato este dato, resulta que para remunerar mínimamente al agricultor, y para que no se vea afectado el consumo más del 10% señalado, el precio medio en origen y a granel debería situarse en torno a 2.50 €/kg, de forma que exista un margen empresarial para los agricultores y el resto de la cadena de valor. Así, el precio final de venta se situaría en el entorno de 2.90 €/litro, o lo que es lo mismo 3.16 €/kg.

Así pues, para un aceite virgen de calidad media, se debería establecer como dato de referencia 2.50 €/kg en origen, después podrá oscilar el precio entorno a este dato en función de la producción de forma que se pueda compensar un año con otro, pero en ningún caso debería oscilar más allá del intervalo (2.30-2.70) euros por kilo y en origen. Esto se traduciría en unas oscilaciones de (2.70-3.10) euros por litro en el lineal. 

A partir de este punto,  quien apueste por la máxima calidad y lo comunique podrá tener un margen superior como cualquier producto gastronómico y a la inversa... y aquí hablamos de la apuesta por la máxima calidad.

Por tanto oscilación de precios SI, porque es inevitable y dependerá de la disponibilidad del producto cada campaña, pero también tenemos que decir que dentro de unos condicionantes o límites que respeten unos márgenes mínimos para la cadena de valor de todos los actores que intervienen en el mercado del aceite de oliva, incluidos los agricultores.

Siempre que estemos por debajo de los precios mínimos en origen que hemos señalado (pérdidas para el agricultor) o por encima de los máximos aconsejables en el lineal (alarma en el consumidor) estaremos tirando piedras contra nuestro propio tejado... las violentas oscilaciones no benefician a nadie.